Hay personas que desde pequeñas tienen claro lo que quieren “ser” de mayores.
En mi caso, no era algo tan cristalino, pero sí se intuía mi interés por “otros mundos”.
No es de extrañar que acabara estudiando Comercio Internacional, y viviendo en un país al otro lado del mundo a la primera oportunidad que se me presentó.
Primero fue Londres, luego Ámsterdam, pero el que significó un cambio en mi vida fue China. Allí el mundo del vino me encontró y me enamoró hace ya más de 15 años.
Comencé a trabajar como importadora y distribuidora de vinos premium españoles.
Aprendí su idioma, su cultura, y su gastronomía. Años después me pasé al otro bando, y trabajé para un reconocido grupo de productores chilenos representando sus vinos en todo Asia Pacífico.
Una europea trabajando en Asia para Latinoamérica, tres mundos en uno.
Habían pasado más de 10 años y un día sentí “la llamada”, una llamada que me invitaba a volver a casa, a Barcelona, mi ciudad natal.
Con tristeza, pero segura de comenzar una nueva etapa, dejé mi maravilloso trabajo y volví a España. A los pocos meses, comenzó la pandemia del Covid en China y en el resto del mundo.
Mi situación no era la ideal para lo que se avecinaba. Me acababa de comprar una nueva casa, y no disponía de ingresos fijos. Pero como dicen, de las adversidades nacen las mayores oportunidades, y así fue.
Decidí crear mi propio negocio y compartir todos aquellos valiosos recursos, experiencias y conocimientos que me habían dado mis años en Asia.